3 de septiembre de 2013



Literatura con vallas (Leo Maslíah)

El ómnibus se detuvo en el kilómetro doscientos once. Marisa bajó y el
chofer también, para entregarle su equipaje. Cuando el ómnibus retomó su
marcha Marisa empezó a caminar. Eran parajes de tierras rojizas. Ignoro por
qué tenían este color; en verdad no sé nada de geología.

Marisa caminó un par de kilómetros y se sentó a descansar sobre su equipaje.
Ignoro si hacía calor o frío porque no sé nada de meteorología (además yo no
estaba allí). Marisa quería levantarse y seguir su camino, pero tenía
dolores en la pelvis. Nada puedo decir, por desgracia, sobre el origen de
estos dolores, porque carezco de los más elementales conocimientos de
ginecología.

Mariza hizo acopio de fuerzas y se levantó. Para orientarse mejor sacó de su
bolso unos binoculares (o quizá fuera un catalejo; no sé nada sobre
instrumentos ópticos) y echó una ojeada a los confines de su visibilidad.
Avistó una figura humana, mosqueando en el horizonte. Caminó hacia ella. La
figura caminaba a su vez hacia Marisa. Esto es lo que creo, aunque no me
respalda en ello ningún conocimiento de geometría.

Unos minutos después la figura se hizo reconocible para Marisa. Era un
hombre. Andaba casi desnudo y estaba peinado y maquillado con arreglo a las
normas vigentes en el grupo humano, tribu, clan o a lo que fuera que él
pertenecía. No quiero dar detalles sobre esto por miedo a meter la pata, ya
que no sé absolutamente nada de antropología.

Cuando lo tuvo cerca, Marisa sacó su cámara fotográfica. Creo que se puso a
regular el fotómetro, y no sé cuántas cosas más. Marisa era una excelente
fotógrafa, pero yo no solamente no lo soy sino que no tengo la más puta idea
de cómo se saca una foto. Parece que aquel hombre tampoco la tenía, porque
cuando vio el artefacto se asustó. Se acercó a Marisa y le arrancó la cámara
de las manos. No conforme con esto, le arrancó también la ropa y -ya con más
delicadeza- se sacó él mismo la poca que traía puesta.

Entonces ocurrió algo que que me veo incapacitado de describir, quizá por
falta de experiencia personal en la materia. No sé nada sobre sexo, y creo
que por ahí corría el asunto. (Perdón si en algún momento me expreso de
forma confusa o incorrecta; es que no sé nada de gramática.) En verdad la
única disciplina que domino es la literatura. Sinceramente, creo que sé más
que nadie en esta materia. Pero ya no puedo escribir más, lo siento. Mi
falta de formación en otras disciplinas me lo impide, interponiéndose
constantemente entre mi pluma y mis lectores. Esta traba merecería de mi
parte, sin duda, un profundo estudio, pero yo no lo puedo hacer porque no sé
nada de epistemología.

Sólo me queda entonces decir adiós, y gracias (no sé si corresponde
despedirme así; perdón, pero es que no sé nada sobre modales).


Leo Maslíah

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