17 de diciembre de 2007

He aquí un poema un poco extraño, que hice cuando tenía 17 años y era un tiempo en que pasaba enamorádome de mujeres, que era tan ángeles como traviesas, tan frágiles como inquebrantables, payasos serios que divertían a mi alma, tan ensordecedoramente silenciosas las que perseguía mi desdicha. Tantas palabras y pensamientos que se quedaron conmigo. Adónde fueron a parar. Adónde.

Al menos algunos fueron rescatados para su supervivencia en este universo nuevo, esta blogosfera que ve nacer estas especies nuevas con mirada impertérrita.


Dos palomas (o palomas asesinas)

Dos palomas se encontraron en el cielo,
pero no pudieron conversar;
en el fondo música de violonchelo
las palomas no podían escuchar.

Nueve suaves melodías confundidas
se enredaron en caída sobre el mar;
fueron leves espirales suspendidas,
esas leves espirales de alquitrán…

Dos palomas en el aire no lo pueden entender,
con sus ojos de asesinas y sus alas de papel;
y la serpentina negra resbalando allá a las tres
que marcaba el inexacto zodiacal reloj del rey.

Esos nueve faraones no pretenden compasión,
ni las dos palomas de agua, ni el violín, ni su reloj.

Las cuchillas afiladas en oblicua posición
en el cielo abren quijadas: sangre, hierro más dolor.

Los perfumes intrigantes van cantando sobre el mar
la pesada cocaína del amor sano y brutal;
como quien dice el amante torturado por la sal
que le aliña los recuerdos, esos mismos “de la mar”.

Ya no seas más paloma, no me muestres más el sol,
quiero entablillar estrellas destrozadas por amor;
las semillas venenosas que pintaste de color
han crecido para abajo, han crecido sin sabor…….

Javier Alejandro Toro Rodríguez

1 comentarios:

Jacquelinne Garzo dijo...

A eso me refería Javier!
Hay mucho sentimiento en este poema; es tan triste, tan ingenuo y a la vez desgarrador... No esperaba menos.
Gracias por considerar mi sugerencia y espero que sea el primero, mas no el último.
Saludos.